domingo, 23 de agosto de 2020

EL RECURSO QUE NUNCA SE ACABA

 Una historia basada en Marcos 5: 25-34

Por El Profe Domingo...


Todos, de alguna manera, hemos pasado momentos de dificultad, donde sentimos que no nos queda ningún recurso del que echar mano para seguir adelante. Son tal vez los momentos más desalentadores de nuestra vida, sentirnos sin nada y sin nadie. Hasta que descubrimos que hay un recurso con el que siempre podemos contar…

En nuestra historia de hoy encontramos a una mujer en unas condiciones verdaderamente difíciles. Su enfermedad había agotado prácticamente todos sus recursos:

Lo primero que esta mujer perdió fue su recurso físico: por causa de su enfermedad obviamente había perdido su salud. Pero acompañado de esto seguramente también había perdido su belleza. Piense un poco en esto: Una mujer con flujo de sangre por estar “en sus días” casi siempre cambia su comportamiento y no se siente igual. Ahora por doce años desgastándose con ese flujo podemos deducir que su belleza también se había perdido. Esta condición también acababa con sus posibilidades de tener una relación sentimental. El recurso del amor en pareja también se perdía…

Pero esos no eran los únicos recursos que ella había perdido. El versículo 26 nos dice que también había perdido el recurso económico. La enfermedad se había llevado su dinero, gastando en médicos todo lo que tenía.

Pero esto también había traído a su vida daños colaterales llevándose consigo otros recursos como el espiritual y el social, la posibilidad de asistir al templo o de recibir o hacer visitas a amigos o familiares. Según la ley judía una mujer con flujo de sangre era considerada inmunda y nadie podía tener contacto con ella. (Levítico 15: 19-23).

Parece que todo estaba perdido para esta mujer. Per el versículo 27nos habla de algo que cambió su vida “cuando escucho hablar de Jesús…” Seguramente había escuchado de un hombre que había sanado a muchos enfermos, liberado a endemoniados y aun, resucitado a algunos que habían muerto. Ella creyó que este hombre podía sanarle también a ella.

Seguramente fue difícil salir a las polvorientas calles de aquella región. También tenía que superar sus propios temores a ser señalada, mostrarse en público en su condición y además sacar fuerzas de su debilidad para abrirse paso entre la multitud y cumplir su propósito: tocar el borde del manto de aquel hombre llamado Jesús. Pero valió la pena. Bastó ese toque para que su vida cambiara, según lo narra el versículo 29 “Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote”.

La reacción de Jesús fue inmediata: “Quién ha tocado mis vestidos?” Parecía una pregunta fuera de lugar. Una multitud apretujaba y dificultaba su andar. ¿Por qué hizo esa pregunta? Sin duda el toque de aquella mujer fue diferente, tanto que Jesús se detuvo indagando quién había sido. El toque de esta mujer se diferenciaba de los demás porque estaba lleno de fe. Esa fue la razón que hizo que Jesús se detuviera y que provocó el milagro. Ella recibió dos regalos por causa de su fe: Sanidad y salvación.

De esta historia podemos aprender varias cosas: Primero, que hay un recurso con el que siempre podemos contar: La persona de Jesús. En segundo lugar, a ese recurso solo se puede acceder por medio de la fe, a través de la confianza absoluta en él. En tercer lugar, Dios nunca va a pasar de largo cuando encuentra un corazón lleno de fe.

Tal vez pienses que te has quedado sin recursos, que nada va a cambiar tu situación actual. Y Aún, si crees que lo has perdido todo, hay un recurso con el que siempre puedes contar: La fe en Jesús.

Te invito a colocar todas las situaciones que crees que no tienen remedio en manos del Señor Jesucristo. Si tú corazón está lleno de fe en Él, de seguro Él no va a pasar de largo…