Una historia basada en Marcos 5: 25-34
Por El Profe Domingo...
Todos, de
alguna manera, hemos pasado momentos de dificultad, donde sentimos que no nos
queda ningún recurso del que echar mano para seguir adelante. Son tal vez los
momentos más desalentadores de nuestra vida, sentirnos sin nada y sin nadie.
Hasta que descubrimos que hay un recurso con el que siempre podemos contar…
En nuestra
historia de hoy encontramos a una mujer en unas condiciones verdaderamente difíciles.
Su enfermedad había agotado prácticamente todos sus recursos:
Lo primero que
esta mujer perdió fue su recurso físico: por causa de su enfermedad obviamente
había perdido su salud. Pero acompañado de esto seguramente también había
perdido su belleza. Piense un poco en esto: Una mujer con flujo de sangre por
estar “en sus días” casi siempre cambia su comportamiento y no se siente igual.
Ahora por doce años desgastándose con ese flujo podemos deducir que su belleza
también se había perdido. Esta condición también acababa con sus posibilidades
de tener una relación sentimental. El recurso del amor en pareja también se
perdía…
Pero esos no
eran los únicos recursos que ella había perdido. El versículo 26 nos dice que
también había perdido el recurso económico. La enfermedad se había llevado su
dinero, gastando en médicos todo lo que tenía.
Pero esto
también había traído a su vida daños colaterales llevándose consigo otros
recursos como el espiritual y el social, la posibilidad de asistir al templo o
de recibir o hacer visitas a amigos o familiares. Según la ley judía una mujer
con flujo de sangre era considerada inmunda y nadie podía tener contacto con
ella. (Levítico 15: 19-23).
Parece que todo
estaba perdido para esta mujer. Per el versículo 27nos habla de algo que cambió
su vida “cuando escucho hablar de Jesús…” Seguramente había escuchado de
un hombre que había sanado a muchos enfermos, liberado a endemoniados y aun,
resucitado a algunos que habían muerto. Ella creyó que este hombre podía
sanarle también a ella.
Seguramente fue
difícil salir a las polvorientas calles de aquella región. También tenía que
superar sus propios temores a ser señalada, mostrarse en público en su
condición y además sacar fuerzas de su debilidad para abrirse paso entre la
multitud y cumplir su propósito: tocar el borde del manto de aquel hombre llamado
Jesús. Pero valió la pena. Bastó ese toque para que su vida cambiara, según lo
narra el versículo 29 “Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió
en el cuerpo que estaba sana de aquel azote”.
La reacción de
Jesús fue inmediata: “Quién ha tocado mis vestidos?” Parecía una
pregunta fuera de lugar. Una multitud apretujaba y dificultaba su andar. ¿Por
qué hizo esa pregunta? Sin duda el toque de aquella mujer fue diferente, tanto
que Jesús se detuvo indagando quién había sido. El toque de esta mujer se
diferenciaba de los demás porque estaba lleno de fe. Esa fue la razón que hizo
que Jesús se detuviera y que provocó el milagro. Ella recibió dos regalos por
causa de su fe: Sanidad y salvación.
De esta historia
podemos aprender varias cosas: Primero, que hay un recurso con el que siempre
podemos contar: La persona de Jesús. En segundo lugar, a ese recurso solo se
puede acceder por medio de la fe, a través de la confianza absoluta en él. En tercer
lugar, Dios nunca va a pasar de largo cuando encuentra un corazón lleno de fe.
Tal vez pienses
que te has quedado sin recursos, que nada va a cambiar tu situación actual. Y Aún,
si crees que lo has perdido todo, hay un recurso con el que siempre puedes
contar: La fe en Jesús.
Te invito a colocar todas las situaciones que crees que no tienen remedio en manos del Señor Jesucristo. Si tú corazón está lleno de fe en Él, de seguro Él no va a pasar de largo…